“La idea de realizar el documental nació del organismo CEPRODH (Centro de Profesionales por los Derechos Humanos) que viene acompañándonos junto a otros en los juicios contra los genocidas”, le contó Carlos Lordkipanidse a Télam.
Carlos fue secuestrado la mañana del 18 de noviembre de 1978 en la vía pública, en las calles Muñiz y Carlos Calvo de la Capital Federal, “por un grupo de cuatro individuos armados y vestidos de civil, que dijeron ser de la División Toxicomanía de la Policía Federal”.
“Me introdujeron en un Peugeot 504 gris, atado y encapuchado. Luego supe que poco antes de mi captura, fue secuestrada mi esposa Liliana Marcela Pelegrino, Rodolfo - nuestro pequeño hijo de 20 días de edad-, y un primo de mi señora, de nombre Cristian Colombo”, recordó.
Después de realizar un breve trayecto en el auto lo ingresaron en el edificio que tiempo después pudo identificar como la ESMA. “Al llegar allá reconozco a una de las cuatro personas que me secuestraron, apodado "Giba" o "Gerardo", quien no es otro que el capitán de corbeta Fernando Enrique Peyón”, contó.
Aquel infierno lo recibió con una sesión de tortura. Fue mientras lo picaneaban que se enteró de que su entonces esposa y su bebé se encontraban también en el lugar. No conformes con sus respuestas, los torturadores fueron por más.
“En un intervalo me sacan la capucha y veo ingresar a un sujeto apodado ’Piraña’ miembro de la Prefectura, que trae sujeto de los pies a mi hijo Rodolfo y me dice que si no colaboro estrellará la cabeza del niño contra la pared. Sigo negándome debido al hecho cierto de desconocer el paradero de Firpo y entonces "Piraña" somete a mi hijo a pasajes de corriente eléctrica hasta que ingresa a la habitación un desconocido que manifiesta ‘paren, paren que de verdad no sabe’. Me dejan solo, atado a la cama, escuchando que en otros sitios lindantes se estaba torturando...”, describió.
El primer lugar donde estuvo “alojado” fue el sector llamado "capuchita", y durante un mes lo torturaron dos veces más. En diciembre de 1978 lo llevaron, al igual que a su esposa, a "capucha", donde permanecieron hasta marzo del año siguiente. Durante ese tiempo fue picaneado y golpeado en distintas oportunidades.
En abril del año siguiente su esposa fue liberada y a los pocos meses se le permitió a él concurrir durante los fines de semana a su domicilio en una especie de “libertad condicionada”. En 1983 la pareja logró salir del país sin permiso de sus captores, primero fue a Brasil y luego a Suecia.
Si bien algunos sobrevivientes manifiestan su necesidad de hablar para liberarse de aquellos fantasmas, otros hablan porque lo consideran una obligación: la de dar el testimonio para que esas palabras se conviertan en acusación.
“En lo personal, a algunos compañeros nos viene costando reingresar a la ESMA. No sólo por el esfuerzo emocional sino también por la repetición y reiteración de relatos y situaciones. En este caso, el del documental, fue Mario Fukman el que afrontó la tarea”, explicó.
Si bien Fukman fue el sobreviviente que reingresó con las cámaras al centro clandestino de detención para este documental, además de Lordkipanidse, en el filme dan su testimonio Andrea Bello y Osvaldo Barros.
Los cuatro son integrantes de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos, una organización formada por sobrevivientes de diferentes centros clandestinos que desde 1984 llevan a la práctica su consigna: “porque luchábamos nos desaparecieron, porque aparecimos seguimos luchando”.
“ESMA, Memorias de la resistencia” responde a una pregunta: ¿por qué hubo sobrevivientes? A partir de este disparador, las historias cobran otro significado: “el de la posibilidad de resistencia que ejercieron aún en las peores condiciones de detención”.
Los cuatro sobrevivientes relatan sus estrategias de resistencia dentro del campo de concentración y describen las redes de solidaridad ocultas entre los propios detenidos-desaparecidos. Además dan cuenta de la obligación impuesta por la Armada de realizar trabajo esclavo que forzó a los secuestrados –como durante el nazismo en la Alemania de la Segunda Guerra Mundial – a falsificar documentos y pasaportes, entre otras “tareas”.
“Es de esta forma que el territorio de la ESMA puede cruzarse con las imágenes del país de fines de los ’70 y cobrar otro sentido desde el presente. El filme conduce inevitablemente a la militancia: previa a la dictadura militar, la que se sostiene durante el cautiverio y la que se recupera a partir de la caída de la dictadura y se mantiene hasta nuestros días”, concluyó Lordkipanidse.
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